Benditos aquéllos que no temen a la soledad



Soledad: Carencia voluntaria o involuntaria de compañía (RAE)
“La soledad, cuando es aceptada, se convierte en un regalo que nos lleva a encontrar nuestro propósito en la vida”
(Paulo Coelho)
Acepto el reto te dije, cuando el otro día, de cenita, me pediste escribir sobre la soledad “en positivo”…difícil, ¡lo intento!...El primer argumento que se me ocurre es que soledad es una palabra bonita, soledad, un estado de aislamiento a ratos perfecto. El segundo es que la soledad es una elección. La verdadera soledad forma parte de nosotros cuando la elegimos y es coyuntural cuando la aceptamos resignados. La soledad lo es, con independencia del entorno o de las situaciones.

La soledad es esencial para la creatividad, la innovación y el autoliderazgo. Las grandes aportaciones a la humanidad provienen de espíritus solitarios que dedicaron su vida a la sociedad y, aunque a veces la soledad se haya asociado al egoísmo, posiblemente haya más de éste en el disfraz de lo colectivo. “Para amar hay que emprender un trabajo interior que sólo la soledad hace posible” (Alejandro Jodorowsky). Soledad, riqueza creativa, desconexión voluntaria (un día hablaremos de ella)… Darwin, Picasso, Roosevelt, Gandhi…muchos de nuestros grandes pensadores han trabajado en soledad.

Claro que la soledad importa, de hecho, a veces es como el aire que respiramos. La soledad elegida permite explorar emociones y pensamientos sin que nadie nos condicione o nos juzgue. Además, Tomás de Quincey sostiene que la soledad aumenta nuestros niveles de empatía y el sociólogo Eric Klinenberg que nos ayuda a disfrutar de relaciones de mayor calidad. Y como pasamos el día rodeados de gente, de reunión en reunión, atentos a las redes sociales y al móvil, hiperactivos y muy, muy conectados, la soledad nos ofrece un espacio de reposo que genera bienestar.

Mis momentos de soledad me hacen sentir libre. Me reencuentro conmigo misma y eso me resulta agradable y reparador, lo llamo “irme al desierto” aunque realmente lo que hago es ir a caminar. Largas caminatas por la montaña, por las calles, por la playa en las que tomo distancia, en las que dejo ese espacio en blanco para escuchar de verdad lo que siento y lo que necesito. Sólo así soy capaz de hacer cosas nuevas, de desintoxicarme de tantos estímulos y de recuperar el equilibrio entre el ser yo misma y el ser con los demás. También me sirve para encontrar una solución que se me resiste o para analizar lo que ocurre. Creo que esta soledad no tiene que ver con la presencia o la ausencia de otras personas; de hecho, en algunos de estos momentos de soledad, he ponderado mis relaciones, he revisado vínculos, he descubierto detalles que podrían haber pasado inadvertidos y he explorado mis heridas y mis recuerdos (recordar, del latín re-cordis,-volver a pasar por el corazón) y os aseguro que, después de pasar ese filtro, de tomar distancia en soledad, todo tiene un sabor diferente.

El primer regalo de este post es la recomendación de un libro estupendo de Francesc Torralba, El arte de saber estar solo.
“La soledad no es un objeto, ni una cosa. Tampoco es un bien que podamos vender o comprar. Es una vivencia del alma, una experiencia por la que podemos pasar. El ser humano no es sólo el animal social que teje vínculos con los suyos para defenderse de los enemigos y para ayudarse mutuamente. También se retira, toma distancia, se aleja de la comunidad, no por despecho, ni por odio, sencillamente porque siente la necesidad y cree que le hace bien“.


El segundo es este impresionante y bellísimo poema de Mario Benedetti:

El tercero (¡hoy lo damos todo!) son estas dos reflexiones preciosas sobre la soledad:

La soledad es un universo, una posibilidad, un don que nos ofrece la vida…“Benditos sean aquellos que no temen a la soledad. Que no se asustan con la propia compañía, que no se desesperan buscando algo en qué ocuparse, divertirse o qué juzgar”  Paulo Coelho)
Todos los besos