Otoño: Estación del año que, astronómicamente, comienza en el equinoccio del
mismo nombre y termina en el solsticio de invierno (RAE)
“El otoño es la primavera del invierno” (Henri de Toulouse Lautrec). “Estoy feliz
de vivir en un mundo donde existen octubres” (Lucy Maud Montgomery)
Cada vez me gustan más
los paseos por la montaña, por el bosque, por un hayedo, especialmente en
otoño…cuando las hojas secas en el suelo crujen al pisarlas, cuando nos rodean
los amarillos y los ocres infinitos, los marrones y los rojizos, cuando caminamos con esa sensación
de frío, mientras la naturaleza nos regala su silencio. Recorrer caminos que
conozco y descubrir otros que no me resultan tan familiares, necesito perderme
para encontrarme. “En los extravíos nos
esperan los hallazgos…” (Eduardo Galeano). Cada vez necesito
y me apetece más esa tranquilidad, ese estado sereno, tomarme mi tiempo y
detenerme.
“Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el cielo” (Eclesiastés
3:1) y el otoño es tiempo de mirar hacia dentro, de preparar el camino,
de poner orden en nuestra cabecita, de pensar; también es tiempo de agradecer
lo recibido. El otoño nos enseña a soltar lo que nos hará crecer en el futuro
como las hojas que caen, a aprender a vivir con lo esencial, a desnudarse, a deshacernos
de lo que no necesitamos y conquistar lo que queremos. Sin desprenderse no hay vida. Dice un poema zen “Los árboles meditan en otoño. Gracias a
ello, florecen en primavera; dan sombra y frutos en el verano y se despojan de
lo superfluo en otoño”.
Es momento de disfrutar
mucho del peso de las mantas, de sostener la taza de chocolate que nos calienta
las manos, de los jerséis abrigaditos, de las velas con perfume, de los besos
de esquimal, de los calcetines gruesos, de las tartas de manzana, de un buen
libro, de una chimenea encendida…¿Por qué nos gusta tanto mirar el fuego,
acercar las manos frías para calentarlas?... es un momento en el que el tiempo
se detiene, es siempre hipnótico, ese calor del fuego que evoca el calor de una
caricia, de un abrazo que nos acoge, de otro tiempo, de otro momento.
En su novela de “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”,
Haruki
Murakami cuenta la historia de un oficial japonés capturado por los
soviéticos y arrojado a un pozo donde esperaba morir de frío y de sed. Mientras
estuvo en el pozo, cada día se producía un momento mágico, los escasos minutos
en los que la luz del sol llegaba hasta el fondo inundándolo todo de luz. Algo
así se produjo el domingo cuando caminábamos por el hayedo en un atardecer
rojizo, un haz de luz intensa se coló
unos instantes entre las copas de los árboles. El prisionero de la novela fue
rescatado y recordó durante toda su vida esos minutos radiantes de luz. Creo
que ellos como el haz de luz otoñal del otro día, son una metáfora de nuestra
capacidad de agarrarnos a los destellos de esperanza en estos momentos
difíciles. Las personas que tenemos una “vida
que no es fácil aunque es bonita” siempre recordamos esos momentos sublimes
de luz como señales que nos ayudan a afrontar los días oscuros de lluvia y a intentar
entender la esencia de esta vida incierta.
El regalo de este post es
un regalo doble, una canción preciosa Let´s
fall in love, de Diane Krall de una película también
muy muy bonita Otoño en New York…la
canción es para escucharla es un abrazo de sofá sin fin, la película (de tarde
lluviosa de otoño y chocolate caliente) también es para verla así, en un
abrazo.
"一日三秋"es una expresión china que
se utiliza cuando se echa de menos a alguien. Se dice que, entonces… un día
dura tres otoños. Pasemos página,
pero dejemos doblada la esquina.
Todos los besos