Dios creó el desierto para que el hombre pudiera sonreír al ver las palmeras



Desierto: Territorio arenoso o pedregoso, que por la falta casi total de lluvias carece de vegetación o la tiene muy escasa  (RAE).
“Lo que embellece al desierto es que en alguna parte esconde un pozo"
(Antoine de Saint-Exúpery)

“En el Antiguo Testamento, afirma Erich Fromm, el desierto es el símbolo de la liberación, unido a las tradiciones nómadas representadas en el Éxodo. Para los Profetas, la expulsión de su patria fue una tragedia, pero fue la única manera de una liberación final (…) Todo se perdió y solamente les quedó (como grupo) el ideal de SER.” (Fromm, 1978: 64)

En algún momento de nuestra vida, todos afrontamos una travesía del desierto. Puede durar horas, días e incluso meses. No buscamos los desiertos, ellos nos encuentran. El desierto es el momento en el que parece que todo se rompe, en el que no queda ningún resquicio para la ilusión, es el momento de la rendición, de aceptar el dolor y de conectar con nuestra humildad. Cada uno de nosotros tiene su propia visión de lo que ocurre, de lo correcto y lo incorrecto, una forma de vivir, una manera de expresarse y de sentir, de reaccionar ante lo que pasa. Algunos, además, tenemos “la piel fina” y nos duele…La noche oscura, el gran desafío, atreverse a cruzar el umbral…

En las travesías del desierto, se desmoronan nuestras creencias y ocurren cosas que jamás hubiésemos pensado. La fragilidad, la desorientación, el miedo, las dudas aparecen y nos sentimos vulnerables. Sin embargo, eso que sentimos esconde nuestra mayor fortaleza. Lo que nos hace frágiles también nos hace fuertes. Cada adversidad deja espacio para la siguiente etapa de aprendizaje. Aceptar nuestra vulnerabilidad, adaptarnos a la realidad de lo que está ocurriendo, es la mejor manera de aprender y el principio para la salida. Por eso, los desiertos tienen un sentido, porque conectan con nuestra fragilidad y nos hacen más humanos. El desierto siempre es un lugar de intercambio. Perdemos cosas para ganar otras. Es imposible abrirnos a aprendizajes nuevos si no desaprendemos otros.

En las travesías del desierto, necesitamos tiempo. Todo el mundo sale del desierto en mayor o menor medida. Lo opuesto a la  vulnerabilidad es la insensibilidad, no la fortaleza, por eso hay que darle tiempo, escuchar lo que esa situación nos dice sobre nosotros. Porque somos frágiles, elegimos ser grandes, porque la vida nos pesa, elegimos que tenga sentido. De ahí, la fuerza transformadora de los desiertos “Decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis, decidí ver cada noche como un misterio a resolver, decidí ver cada día como una nueva oportunidad de ser feliz” (Walt Disney).


El primer regalo de este post es una imagen…la curva del cambio …Nos cuesta cambiar y, por eso,  cualquier proceso de cambio en nuestra vida nos hace atravesar cinco fases: la llamada de la aventura, el miedo, la negación, la travesía del desierto y la nueva realidad.
El segundo regalo es esta otra imagen que nos llena de energía cuando lo afrontamos.

La magia de la travesía del desierto es que consigue desmoronar nuestras seguridades y sólo, en ese preciso momento, es cuando somos capaces de explorar una nueva manera de ver la vida. “Dios creó el desierto para que el hombre pudiera sonreír al ver las palmeras” (Paulo Coelho)
Todos los besos