Tal vez amar es aprender a caminar por este mundo

Los días en que nos salvó el amor 
"Qué importa tropezar tres o cuatro veces si el amor te levanta y te redime"
(Mario Benedetti)
 

Es uno de mis libros de cabecera y, el que ahora transcribo, uno de sus fragmentos más hermosos. Viktor Frankl escribió El hombre en busca de sentido, la narración de su terrible experiencia como preso, durante dos años y medio en cuatro campos de concentración nazi. Él acababa de cumplir 40 años, su esposa (que esperaba un hijo), un hermano y sus padres no sobrevivieron, solo una hermana logó escapar.

«Mientras marchábamos a trompicones durante kilómetros, resbalando en el hielo y apoyándonos continuamente el uno en el otro, no dijimos palabra, pero ambos lo sabíamos: cada uno pensaba en su mujer. De vez en cuando yo levantaba la vista al cielo y veía diluirse las estrellas al primer albor rosáceo de la mañana que comenzaba a mostrarse tras una oscura franja de nubes. Pero mi mente se aferraba a la imagen de mi mujer, a quien vislumbraba con extraña precisión. La oía contestarme, la veía sonriéndome con su mirada franca y cordial. Real o no, su mirada era más luminosa que el sol del amanecer. Un pensamiento me petrificó: por primera vez en mi vida comprendí la verdad vertida en las canciones de tantos poetas y proclamada en la sabiduría definitiva de tantos pensadores. La verdad de que el amor es la meta última y más alta a la que puede aspirar el ser humano. Fue entonces cuando aprehendí el significado del mayor de los secretos que la poesía, el pensamiento y el credo humanos intentan comunicar: la salvación del ser humano está en el amor y a través del amor. Comprendí cómo el ser humano, desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad, aunque sea solo momentáneamente, si contempla al ser querido. Cuando el ser humano se encuentra en una situación de total desolación, sin poder expresarse por medio de una acción positiva, cuando su único objetivo es limitarse a soportar los sufrimientos correctamente, con dignidad, ese hombre puede, en fin, realizarse en la amorosa contemplación de la imagen del ser querido.»
Cuando estamos inmersos en la travesía de un desierto, se hace más necesario que nunca buscar un sentido, a través de lo que hacemos (no importa qué sino el cómo) y a través de nuestra actitud. Es en el sufrimiento donde se manifiesta nuestra grandeza, el temple de nuestro espíritu. Sufrir significa tomar postura frente a nuestro propio dolor y esto es, estar por encima de él. Nuestro dolor es íntimo, personal y está ligado a nuestro crecimiento, a nuestra maduración y al enriquecimiento de nuestra vida. Cuando te preguntas ¿para qué tanto dolor?...la respuesta no se pronuncia en voz alta, con altivez, con alegría o soberbia, la respuesta a esa pregunta siempre es una respuesta sin palabras, silenciosa, que se manifiesta en el fondo de nuestro corazón, en lo más íntimo…sin duda, esa es la única respuesta significativa, porque cualquiera que sea la pregunta, el amor es siempre la respuesta.

El regalo de este post es una canción de Beret, Dime quién ama de verdad. Es preciosa, si puedes, escúchala con auriculares.
 
"Tal vez amar es aprender a caminar por este mundo" (Octavio Paz).
Todos los besos